ANIMAL DE LUZ
Pablo Neruda
Soy en este sin fin sin soledad, un animal de luz acorralado por sus errores y por su follaje: ancha es la selva: aquí mis semejantes pululan, retroceden o trafican, mientras yo me retiro acompañado por la escolta que el tiempo determina: olas del mar, estrellas de la noche. Es poco, es ancho, es escaso y es todo. De tanto ver mis ojos otros ojos y mi boca de tanto ser besada, de haber tragado el humo de aquellos trenes desaparecidos, las viejas estaciones despiadadas y el polvo de incesantes librerías, el hombre, yo, el mortal, se fatigó de ojos, de besos, de humo, de caminos, de libros más espesos que la tierra. Y hoy, en el fondo del bosque perdido oye el rumor del enemigo y huye no de los otros sino de sí mismo, de la conversación interminable, del coro que cantaba con nosotros y del significado de la vida. Porque una vez, porque una voz, porque una sílaba o el transcurso de un silencio o el sonido insepulto de la ola me dejan frente a frente a la verdad, y no hay nada más que descifrar, ni nada más que hablar: eso era todo: se cerraron las puertas de la selva, circula el sol abriendo los follajes, sube la luna como fruta blanca y el hombre se acomoda a su destino.
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